La situación de la pandemia de Covid-19 en Europa no es buena. Mientras que la segunda ola en muchos lugares de Asia está siendo testimonial, aquí estamos en fase de subida y con peligro de que se descontrole de nuevo. Es por ello que todos los países del continente han empezado a aplicar diversas medidas de contención, más o menos drásticas en función sobre todo de lo que creen que puede proteger mejor la economía. La idea es hacer los recortes mínimos que sean suficientes para parar el golpe y evitar lo que todo el mundo teme, el confinamiento estricto, que ya sabemos que funciona bien pero tiene un coste muy alto.
Aún es pronto para saber si lo conseguiremos. El Estado Español, de nuevo, ha actuado tarde y con poca contundencia. Tiene el dudoso honor de ser uno de los que vio antes el inicio del segundo pico, a mitad del verano, y el que peores datos ha tenido los últimos meses, entre ellas ser el primer país europeo en superar el millón de casos. Por eso, las medidas anunciadas hace unas semanas por el Gobierno fueron celebradas por muchos, porque era urgente actuar, pero a la vez criticadas por temor a que no fueran suficientes, sobre todo comparadas con las que se aplicaban a lugares como el Reino Unido o Alemania, que partían de cifras menos graves. Además, las restricciones han variado dependiendo de cada comunidad autónoma.
Esta estrategia en principio puede ser buena, porque permite que cada territorio adapte las normas a su realidad, pero tiene el peligro de depender de la capacidad de gestión de los gobiernos locales, que ya hemos visto a lo largo de la pandemia que a veces presenta limitaciones serias. Está prevista una evaluación del efecto que han tenido las medidas y se revisen si hace falta. ¿Han ido tan bien como se esperaba?
Algo que hemos aprendido desde febrero es que cualquier norma que limite los contactos sociales consigue frenar la curva de contagios, aunque sea poco. Efectivamente, todos los indicadores han mejorado estos días. La Rt media en el Estado está ligeramente por debajo de 1, lo que quiere decir que la pandemia entraría en fase de bajada, después del pico de 1,24 del 21 de octubre. Pero la incidencia de casos acumulados por 100.000 habitantes de la última semana (IA7) sigue alta en muchas comunidades, como Catalunya y Aragón, que superan los 300. Por otra parte, en Galicia y Valencia la IA7 ya ha bajado de 100, lo que se considera el límite a partir del cual la situación es controlable. Globalmente, el total de casos diarios también disminuye ligeramente, desde el pico de más de 16.000 que se vio a principios de la semana pasada.
Estas cifras son positivas y parecería que quieren decir que la situación mejora, pero deben interpretarse con precaución. Por un lado, dependen de la cantidad de pruebas: si se hacen menos, la disminución que se ve es artificial. Navarra ha realizado hasta ahora 700 por cada mil habitantes, entre PCR y test rápidos, la que más, mientras que Catalunya no llega a 350. Por otra parte, debemos esperar para confirmar si se mantiene el descenso antes de aligerar las limitaciones impuestas. El indicador más claro del éxito de las restricciones es la saturación de los hospitales, especialmente las UCI, y la mortalidad, pero los efectos en estos datos aún tardarán semanas en verse.
¿Qué se debería hacer a partir de ahora? La situación mejora, pero queda mucho trabajo. Lo más importante es no confiarse. Debemos continuar unas semanas con estas tendencias a la baja para asegurarnos de que la pandemia vuelve a una fase menos peligrosa. No podemos repetir el error del verano: querer recuperar la vida normal rápidamente después de las restricciones. Debemos entender que, durante los próximos meses, tendremos que continuar limitando nuestra actividad todo lo que sea posible. Sin que una parte amplia de la población haya recibido la vacuna no puede haber la "nueva normalidad" que todo el mundo quiere, por tanto el mensaje no puede ser que tenemos que hacer un esfuerzo ahora para podernos relajar después, de cara a las fiestas. Esto es precisamente lo que ocurrió en verano, y ya hemos visto cómo terminó de mal. Debemos dejar de pensar que esta Navidad será como siempre, porque con esta actitud lo que nos espera es un rebrote importante en enero.
Por mucho que los casos sigan disminuyendo estas próximas semanas, no podemos pretender recuperar inmediatamente la tranquilidad, sino que tanto el Gobierno como los ciudadanos tenemos que ser prudentes. Es cierto que la pandemia nos está pidiendo sacrificios importantes, a algunos más que a otros, pero recordemos que son temporales y los hacemos para salvar vidas mientras no llega la inmunidad de grupo.
[Publicado en El Periódico, 9/10/20]
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