No todas las bacterias tienen malas intenciones. Lo decíamos en Las grandes plagas modernas: la gran mayoría no son tóxica e incluso sin algunas de ellas la vida en este planeta sería imposible. Además, estamos aprendiendo a modificarlas a nuestro antojo para obtener beneficios sorprendentes.
Por ejemplo, recientemente se ha conseguido que una bacteria modificada geneticamente produzca plástico. El plástico se obtiene normalmente de los combustibles fósiles, con el impacto medioambiental que esto conlleva. El que fabrica esta bacteria es biodegradable, poco tóxico y se puede sustituir al plástico normal en muchos casos (pero no todos).
Se está trabjanado ya en bacterias que producirán biocombustible, que serán usadas en paneles solares, para limipiar residuos metálicos, para llevar fármacos a células específicas y quién sabe cuantas cosas más. Veremos cuantos de estos proyectos tienen éxito.