[¡Último atículo del año! Espero que tengáis un buen 2014 y que sigáis pasando por el blog para vuestra dosis de ciencia...]
Uno de los inconvenientes de ser un médico que se pasa la mayor parte de la jornada encerrado en el laboratorio es que no tengo muchas oportunidades de interaccionar con pacientes. Aunque mis sujetos de estudio sean las células, no pierdo de vista que lo que buscamos es una manera de solucionar problemas de salud y mejorar la calidad de vida de las personas. Por suerte, la labor de divulgación permite que me salte de vez en cuando esta barrera invisible y entre en contacto con quienes un día se podrían beneficiar de la investigación que hacemos. Por eso trato de encontrar tiempo para contestar las preguntas que recibo por e-mail o redes sociales, y aclarar las dudas de los enfermos de cáncer y sus familiares que se dirigen a mí.
UNO DE LOS TEMAS recurrentes en estas consultas es si hay que marcharse al extranjero para poder recibir el mejor tratamiento posible. Algunos ejemplos recientes de personajes conocidos con cáncer que se han tratado en Estados Unidos han reavivado la sensación de que el secreto para sobrevivir a esta enfermedad es tener suficiente dinero para pagarse un hospital al otro lado del Atlántico. Hay que dejar claro que en la inmensa mayoría de casos no es así. Los fármacos realmente efectivos se aprueban casi a la vez en América y en Europa.
Además, en nuestros hospitales se aplican las mismas técnicas que en cualquier otro país desarrollado, porque los protocolos a seguir se discuten y aprueban en foros internacionales a partir de estadísticas recogidas en todo el mundo. Por lo tanto, podemos estar tranquilos: en general, la sanidad pública catalana no tiene nada que envidiar a los centros privados de la costa este americana en cuanto al conocimiento y los recursos de los que dispone para luchar contra el cáncer.
Hay alguna excepción. La clave para mejorar el pronóstico de un tumor maligno es conseguir extraerlo todo. Por eso es importante descubrir el cáncer lo antes posible: si no ha tenido tiempo de esparcirse, las posibilidades de poderlo sacar de una pieza son más elevadas y, de esta manera, sube el porcentaje de supervivencia. La cirugía, pues, juega un papel importante. El problema es que a veces el tipo de tumor y su localización dificultan mucho el trabajo y hay que tener la experiencia adecuada para poder limpiar completamente el tejido de células cancerosas. Es entonces cuando puede que la persona más indicada para llevar a cabo una intervención así de delicada trabaje en un hospital de fuera el país.
Este fue el caso de Richi, un niño de Palamós que tenía un tumor en el cerebro. Se le intervino en Barcelona pero no se consiguió sacarlo entero. Entonces sus padres recogieron donativos para llevarlo al hospital Dana-Farber de Boston, donde había neurocirujanos suficientemente preparados para terminar la tarea. La semana pasada me invitaron a un espacio de televisión donde coincidí con Ricard Garcia , el padre de Richi. Nos informó de que el chico está recuperándose favorablemente de la operación, y que ahora han decidido encontrar la manera de ayudar a otros que estén en una situación similar. Lo han hecho montando una fundación que recauda fondos tanto en Estados Unidos como en Catalunya, con el objetivo de invertir los recursos generados en cada territorio en mejorar el tratamiento y la investigación sobre el cáncer infantil, un área bastante olvidada por la financiación pública por el hecho de ser una enfermedad relativamente poco frecuente.
En nuestro país, el primer objetivo que tienen es crear dos becas para entrenar a un cirujano y a un neurooncólogo en Estados Unidos y que luego puedan volver para aplicar sus conocimientos en el Hospital Sant Joan de Déu.
LOS CATALANES somos en general solidarios, pero parece que nos acordamos de la investigación solo una vez al año, cuando llega la Maratón de TV-3. Esto hace que desaprovechemos muchas oportunidades de financiar proyectos importantes que, debido a los recortes actuales de los presupuestos o porque estadísticamente tienen menos impacto, no llegan tan lejos como podrían. Los británicos y los norteamericanos, en cambio, han puesto en marcha un sistema de donativos que no se detiene nunca. Son un ejemplo que debería imitarse. Para poder llegar a este punto es necesario no solo concienciarnos como sociedad, sino también disponer de organizaciones privadas que incentiven y canalicen estos donativos.
Tenemos ya varios ejemplos, como la Fundació Josep Carreras (www.fcarreras.org), que hace años que financia el estudio de la leucemia. Esperamos que la Fundación Richi (www.richifoundation.org) siga sus pasos. Pensamos en el buen trabajo que entidades así pueden hacer y ayudémoslos para ayudarnos. Podemos contribuir mucho a la lucha contra el cáncer: depende de todos nosotros que podamos dominar estas enfermedades en los próximos años.
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