Se está terminando el año más extraño del siglo, pero aún nos queda un obstáculo en esta carrera accidentada: dos semanas de celebraciones que no sabemos cómo encarar. Faltan solo un par de días para los primeros encuentros de alto riesgo, así que toca ir decidiendo qué opción elegiremos, si la más prudente, que implica sacrificar las tradiciones de la temporada, o la del tirar los dados y ver qué cifra de contagios nos sale. Ahora más que nunca, la evolución de la pandemia depende de nuestro comportamiento.
El mensaje de las autoridades estas últimas semanas ha sido confuso, porque han intentado nadar y guardar la ropa más que nunca. Por un lado, han continuado con la idea de incentivar al máximo la actividad económica, la necesidad que ya impulsó el final prematuro de las últimas restricciones, y por el otro, han ido sugiriendo, cada vez menos tímidamente, que los planes sean conservadores. No es de extrañar que la gente dude. Lo que ahora necesitamos es una comunicación clara: estamos en plena pandemia, hay mucho virus circulando y no es el mejor momento para que se encierre durante horas en un espacio pequeño y poco ventilado un grupo de familiares que muy probablemente ni respetarán las distancias de seguridad ni llevarán mascarilla. Lo más sensato sería que las celebraciones se hicieran solo con la gente con la que convives o que se buscaran maneras seguras de ver a las personas queridas.
Ningún líder tiene suficiente capital político para arriesgarse a ser considerado el Grinch que se cargó la Navidad, por eso no se atreven a seguir el ejemplo de Angela Merkel, que hace unos días imploraba a los alemanes que se porten tan bien como les sea posible para evitar que la tercera ola, que se espera inevitablemente a principios de año, pero que puede empezar en cualquier momento, se convierta en un tsunami. Al menos Boris Johnson ha podido hacer caso a quienes le pedían más restricciones sin quedar mal, porque en el Reino Unido ha aparecido una variante del virus que parece más infecciosa. Es pronto para saber si puede ser un problema, pero no es mala idea ser prudente mientras esperamos unas semanas a tener más datos. Aunque Europa no responde de manera unitaria a estos retos: algunos países son más severos y otros, como España, continúan con una política de mínimos.
Si miramos cualquier mapa de estadísticas del covid-19 nos daremos cuenta de que buena parte de Europa tiene unas de las peores cifras del planeta. No hay forma más clara de entender que aquí hemos fallado estrepitosamente, tanto en cuanto a la gestión política de la pandemia como en la responsabilidad social de los ciudadanos. La forma en que estamos encarando la campaña de Navidad hace pensar que no hemos aprendido mucho este último año y que continuaremos tropezando con la misma piedra hasta que las vacunas nos rescaten del drama.
Por suerte en este campo se han cumplido las predicciones y acabaremos en 2021 con más de una vacuna aprobada para el uso general. De hecho, ya hay cinco (tres chinas y dos rusas) que hace tiempo que se están administrando, a pesar de no haber completado todas las pruebas clínicas. Las han recibido ya cientos de miles de personas, pero no tenemos ninguna información. De momento es poco probable que nos lleguen, porque aquí se distribuirán solo vacunas que hayan demostrado ser seguras y eficaces. Las de Pfizer / BioNTech y Moderna (hechas con ARN) habrán sido las primeras de la lista en conseguir este sello de calidad en Europa y América, pero las seguirán de cerca las de Johnson & Johnson y Oxford / AstraZeneca (que utilizan un segundo virus inofensivo que actúa como vector).
Es esencial que, ahora que encaramos una recta final que se vislumbra larga, nos esforzamos en promover la única arma que puede detener la pandemia. Es cierto que las vacunas se han hecho muy rápido, pero ha sido por una combinación de suerte (se encontró una proteína que hiciera de diana inmediatamente, el virus es muy estable ...), una inversión descomunal de recursos y una optimización del proceso. Los ensayos clínicos se han hecho con el mismo rigor de siempre y las vacunas que pasan el filtro de las entidades evaluadoras son tan buenas como cualesquiera de las anteriores. Seamos conscientes y hagamos un último esfuerzo: protejamos vidas siendo prudentes y confiemos en las soluciones que nos ofrece la ciencia. Y, a pesar de las dificultades, tratemos de pasar una buena Navidad.
[Publicado en El Periódico, 22/12/20]
1 comentario:
¡Bon Nadal!
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