El anuncio de una nueva lista de actuaciones preparadas por el Ministerio de Sanidad para hacer frente al covid-19 es positivo. Hay tres factores en estos momentos que aumentan el riesgo de contagio: la falta de distancia social, no llevar mascarilla y las aglomeraciones en lugares cerrados. Son circunstancias que se dan frecuentemente en entornos de ocio nocturno. Además, los estudios confirman que buena parte de los rebrotes se ven entre los jóvenes, consumidores mayoritarios de esta forma de entretenimiento. El cierre provisional de algunos locales y las limitaciones en otros, en un momento clave para el control de la curva, tiene sentido.
Desde el principio, el Gobierno ha tenido que navegar entre proteger la salud o la economía. Parece que no se pueden hacer las dos cosas a la vez, y tal vez no se puede al 100%, pero se han de buscar alternativas. En todo caso, la salud siempre debe tener prioridad cuando estamos hablando de la supervivencia de la población (recordemos que llevamos cerca de un millón de muertes en el mundo, y todavía no estamos en la fase de bajada). Por eso, las medidas que se acaban de aprobar son adecuadas, basándonos en lo que sabemos de la transmisión del virus (incluso la prohibición de fumar si no hay suficiente espacio).
Ahora bien, no se debe ignorar el impacto económico que tienen. Poner en riesgo la salud de la población para no hacer daño a la economía no es una opción viable, pero abandonar a los que dependen de estos negocios a su suerte tampoco lo es. A la vez que se anuncian planes sanitarios deben preverse rescates para garantizar que las familias que se verán afectadas puedan llegar a fin de mes. Otros países europeos ya lo han hecho, deberíamos tomar ejemplo.
Las nuevas regulaciones servirán de poco, sin embargo, si no nos implicamos todos. El contagio en círculos familiares y de amigos es uno de los otros grandes problemas, pero esto se ha hecho hincapié en optar por encuentros de grupos pequeños y estables. Hay que seguir esta medida rigurosamente. Y, mientras tanto, el Gobierno debe continuar aumentando los cribados y los rastreos, uno de los puntos débiles en las últimas semanas y que ahora son más importantes que nunca.
Un hecho especialmente positivo (y hasta cierto punto sorprendente) de este nuevo acuerdo es que se ha llegado a él por unanimidad. La gestión de una pandemia debería ser unitaria, a ser posible a nivel planetario o al menos en territorios lo más amplios posible. Esto aún no lo hemos conseguido (ni siquiera tenemos unas directrices básicas a nivel europeo), pero al menos esta vez ha habido sintonía a nivel estatal. Es mejor eso que lo que vimos al principio de la crisis (el Gobierno imponiéndose a las autonomías) o al principio de la desescalada (cada autonomía por su cuenta, sin apoyo central ni acceso a las herramientas necesarias). La coordinación es esencial, pero solo funciona si se hace consensuada con los territorios, que son los que conocen mejor los problemas y deberán aplicar las medidas. Hay unidad, pero también flexibilidad para que los planes se puedan adaptar a cada realidad. Se acercan días críticos, pero parece que nos enfrentamos con la actitud adecuada.
[Publicado en El Periódico, 15/08/20. Versió en català.]