El arte no sirve para nada. En cambio, es imprescindible. Como la religión, el arte ha aparecido de manera independiente en todas las sociedades. No es ninguna coincidencia: los humanos sentimos la urgencia de producir y consumir en el formato que sea. Por lo tanto, debe tener un impacto en nuestra evolución como especie, o no habría sobrevivido tantos milenios.
Hace poco se presentó un estudio en la revista ‘Nature’ que describía la pieza de arte más antigua que se conoce, descubierta en Indonesia: una pintura rupestre que representa los típicos cazadores atacando a un búfalo. Lo más sorprendente es que tiene alrededor de 44.000 años. Los equivalentes europeos, que hasta ahora ostentaban el récord de antigüedad, son de hace "solo" unos 20.000 años. O sea que los humanos hemos tenido arte en nuestras vidas prácticamente desde que existimos. Para ponerlo en perspectiva, cuando el pintor indonesio cogía los pinceles estábamos en pleno paleolítico, en el momento que se considera que aparece el ‘Homo sapiens’ moderno, el que es capaz de planificar actos complejos (como la cacería colectiva de animales peligrosos) y dedicarse al pensamiento abstracto. Parece que una de las primeras cosas que hicimos cuando fuimos suficientemente inteligentes fue decorarnos las cuevas. La necesidad de arte, pues, debería ser imperiosa.
Hay hipótesis que plantean que las religiones son esenciales para que las sociedades crezcan más allá de un tamaño determinado. Mientras que los grupos pequeños pueden funcionar sin el concepto de un ser todopoderoso capaz de castigar a los transgresores, cuando empezamos a hablar de imperios necesitamos este pegamento social para evitar que se desmoronen. Al arte es más difícil buscarle un propósito. Tiene un componente de entretenimiento, pero si fuera un simple pasatiempo no habría habido ningún motivo suficientemente poderoso para hacer que llegara hasta nuestros días. También sirve como la forma más simple de comunicación, ya que no hay que crear códigos rebuscados para entenderlo. Pero si esta fuera su única relevancia, el advenimiento del lenguaje la habría arrinconado.
Hay una teoría, expuesta por el filósofo americano Denis Dutton, que dice que el arte podría ser un accidente provocado por el hecho de tener un cerebro demasiado poderoso. Una vez hemos cubierto las necesidades biológicas básicas (sobrevivir, alimentarnos, reproducirnos), aún nos sobra un montón de capacidad mental y no sabemos qué hacer con ella. El arte sería consecuencia del aburrimiento. Siguiendo con estas teorías, se podría haber mantenido porque proporcionaría una ventaja reproductiva. O sea, los artistas (hombres) triunfaban más porque a las mujeres les atraen estas cosas. Esto no explica, por supuesto, que a los hombres también nos atraigan, ni que las mujeres, una vez liberadas de los yugos sociales que limitaban sus actividades, hayan creado con igual dedicación y habilidad que nosotros.
El arte es a menudo un negocio (fenomenal, en algunos casos), pero esta tampoco debe ser la razón de existir. Si la motivación principal de los artistas fuera solo hacerse ricos y famosos, ya hace tiempo que lo habríamos dejado correr, porque la proporción que lo consigue es infinitesimal. Es más fácil que te toque la lotería. Generar arte no te asegura que podrás poner un plato en la mesa y, por tanto, como elección profesional es poco lógica. Sin embargo, como el impulso de producir y consumir arte sigue existiendo, sigue habiendo artistas. Esto quiere decir que, muy a menudo, lo que hace falta es subvencionar a los creadores de alguna manera para que puedan cumplir su función social sin morir en el intento.
Y aquí es donde quería llegar, perdonad que haya hecho un rodeo hasta la prehistoria para presentar el caso: un país evolucionado no puede permitirse descuidar la cultura. No tiene un rendimiento tan claro e inmediato como la sanidad o la educación, pero es igual de vital para la salud de nuestra sociedad. La solución más rápida para cuadrar unos presupuestos siempre difíciles es aplicar el "que inventen ellos" unamuniano (él lo usaba para la ciencia) y dejar que sean los demás los que se gasten el dinero mientras nosotros aprovechamos los resultados. Como estrategia de Estado, es bastante triste.
Por eso la semana pasada se dio a conocer la plataforma Actua Cultura, que representa gran parte de los profesionales del ramo y pide que se aumenten los fondos que se destinan al sector (de un miserable 0,67% a un más decente 2%, la media de los países de la UE). Me parece una demanda justa porque, al fin y al cabo, somos humanos y tenemos la responsabilidad de contribuir al progreso de la especie. Crear arte porque sí es una de las mejores maneras de hacerlo.
{Publicado en El Periódico, 13/01/20]
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