¿Hay diferencias entre el cerebro de los hombres y el de las mujeres? Esta pregunta se ha hecho muchas veces y la respuesta ha ido variando a lo largo del tiempo, a menudo más guiada por motivos sociales y políticos que por datos rigurosos. Ahora sabemos que lo de "los hombres son de Marte y las mujeres de Venus" es tan anacrónico como creer que solo utilizamos el 10% de las capacidades cerebrales o que las personas creativas hacen ir más el hemisferio derecho mientras que los que tienen tendencias reflexivas los predomina el izquierdo. No hay ninguna información empírica que corrobore estas teorías (mitos, deberíamos decir), a pesar de que están muy imbricadas en el imaginario colectivo.
Las diferencias físicas entre sexos es un tema de especial actualidad, gracias sobre todo a los nuevos movimientos feministas que, como que tienen que volver a luchar batallas que parecía que ya se habían ganado hacía una generación, han tenido que recurrir a argumentos científicos para defender lo que debería ser obvio. Es sorprendente que hoy en día todavía haya gente que crea que, por el simple hecho de ser una mujer, alguien no pueda realizar cualquier tarea intelectual con igual eficacia que un hombre. Pero haciendo un esfuerzo para desmentir estas falacias, a veces cometemos el mismo error por el otro lado, el de pretender que hombres y mujeres somos biológicamente idénticos.
Por ejemplo, se ha usado mucho un estudio que demostraba que no se puede distinguir macroscópicamente el cerebro masculino del femenino, publicado en el 2015 por el grupo de Yaniv Assaf en la revista 'PNAS', para proclamar que, en este aspecto, somos iguales. No es así porque, debido a los niveles específicos de hormonas que nos corren por la sangre, hay variaciones funcionales según el género. Pasa en todos los órganos, aunque los cambios no se observen a simple vista, y el cerebro no es ninguna excepción.
Un hecho particularmente interesante es que las mujeres suelan tener peores notas en los exámenes de matemáticas o ciencias y mejores en los verbales, como demuestran los informes PISA. Esto parece que reforzaría algunos estereotipos sexistas, pero un trabajo publicado hace unas semanas en 'Nature Communications' por Pau Balart, de la Universitat de les Illes Balears, propone que la razón no es que las mujeres sean genéticamente discapacitadas para las asignaturas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés), porque si se hacen tests bastante largos, las diferencias entre sexos desaparecen. A partir las de dos horas, se igualan los resultados en la mayoría de los 74 países analizados, y en algunos lugares, cuanto más largas son estas pruebas de matemáticas, mejores resultados sacan las mujeres que los hombres.
¿A qué conclusión debemos llegar? Para empezar, que la forma como medimos una capacidad puede influir de manera decisiva en los datos que obtenemos, enmascarando la realidad. Esto es cierto para los exámenes clásicos, que suelen valorar una serie de competencias en condiciones artificiales que poco tienen que ver con la vida real. Por este motivo, cada vez se tiende más a evaluar los estudiantes usando un rango amplio de tests que no sesguen por motivos irrelevantes, como por ejemplo el tiempo que dura una prueba o las habilidades puramente memorísticas. El artículo también sugiere que las mujeres pueden pensar al máximo rendimiento durante tiempos más prolongados, lo que les podría dar una cierta ventaja en algunas tareas de responsabilidad.
Que los cerebros trabajan y responden de formas diferentes según el género es una afirmación que no debería sorprender a nadie. El cuerpo de una mujer es distinto al de un hombre, y no solo morfológicamente. Hace mucho tiempo que se sabe que el hígado, el corazón o el sistema inmune, por citar los ejemplos más conocidos, se comportan de una manera u otra según la cantidad de testosterona y estrógenos, y es lógico que las neuronas también sigan este patrón. Naturalmente, aquí no debemos deducir que unos sean menos inteligentes que los demás o que no puedan exceler en unas profesiones concretas. Como explica el artículo, podemos llegar al mismo lugar, lo que pasa es que tal vez utilizaremos caminos alternativos, en relación a nuestras particularidades funcionales.
Discriminar por género es absurdo, pero también lo es pretender que hombres y mujeres tenemos por defecto las mismas habilidades. En cualquier disciplina, lo que hay que hacer es fomentar los entornos que permitan sacar provecho de las cualidades particulares de los dos bandos sin poner barreras de género por motivos sociales, y dejar que elijamos el camino que más nos atraiga, independientemente de presiones culturales anticuadas. Por el bien de la sociedad, que tengamos uno o dos cromosomas X no debería verse más como una ventaja o una limitación.
[Publicado en El Periódico, 21/09/19]
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