Explicábamos en Las grandes plagas modernas (p85) el caso de un enfermo de sida que tenía leucemia y que parece que se curó de las dos enfermedades gracias a un trasplante de médula de un donante con unas características genéticas específicas. Se acaba de dar un paso más en este sentido con la publicación los primeros resultados de un tratamiento genético contra la sida siguiendo este mismo principio.
La idea es sacar células madre inmunitarias de los enfermos, introducirles una serie de genes en el laboratorio que les permitan luchar contra el VIH (entre ellos el CCR5 que explicábamos en el libro) y volverlas a inyectar a los pacientes. En el artículo demuestran que las células modificadas sobreviven, se reproducen y fabrican las proteínas adecuadas por lo menos durante dos años, algo técnicamente muy complejo y que no se había conseguido hasta ahora.
Hay que mencionar un par de puntos. Primero, el tratamiento pasa primero por eliminar todas las células inmunes de los pacientes, algo arriesgado y con efectos secundarios, por eso de momento sólo se ha probado esta técnica en seropositivos que además tienen una leucemia (destruir las células inmunes y hacer un trasplante de médula ósea es el tratamiento de elección en estos casos). Segundo, las células modificadas no consiguieron frenar al VIH. Aún habrá que optimizar la técnica para ver si se puede controlar la infección con este tipo de terapia génica, pero el primer paso es muy prometedor.
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