Antes de la aparición del brote de gripe porcina en México los expertos ya estaban de acuerdo: no se trataba de si un día podía o no haber una gran pandemia de gripe, sino de cuándo aparecería. La principal arma del virus responsable de esta enfermedad es su capacidad de cambiar de forma cada temporada. Por eso no tenemos aún la vacuna universal que nos proteja de una vez por todas, sino que hay que fabricar una siempre que surge un nuevo virus. Normalmente esto no representa un gran problema. Pero ¿y si aparece un virus de la gripe especialmente hábil que infecta más rápida y eficazmente que sus antecesores? ¿Y si no tenemos tiempo de preparar una vacuna y ni siquiera los adultos sanos pueden hacerle frente? Esto pasó por última vez en 1968 y murieron 700.000 personas. Y en 1918 fueron entre 50 y 100 millones las víctimas. ¿Puede darse en el futuro otra masacre tan terrible como esa? ¿O quizás ha empezado ya?
No lo sabemos con certeza. La gripe que se está esparciendo por el planeta proviene de los cerdos, y no de las aves, como se temía hace unos años. Los animales funcionan no sólo como almacenes, sino además como batidoras donde se pueden mezclar genes de los virus específicos para cada especie. Por ejemplo, el que nos ocupa ahora, llamado H1N1, tiene elementos de la gripe humana, la porcina y la aviar. Son estas combinaciones aleatorias las que incrementan el riesgo de la aparición de un “supervirus”. ¿Estamos ante uno de ellos? Aún no hay información suficiente sobre el H1N1 como para saber su agresividad real, aunque algunos opinan que no es tan poderoso como parece. Los datos que circulan son confusos. Cuando en los medios se mencionan cifras de infectados y muertos, muchas veces se refieren a casos de gripe en general, no específicamente la porcina. Recordemos que la gripe “normal” infecta cada año a miles de personas, y mata a algunas de ellas. Hace falta comprobar cada enfermo sospechoso para saber si estamos realmente ante uno de estos casos especiales de gripe porcina. Así pues, en el momento de escribir esto parece que hay confirmados unos ochenta infectados y una veintena de muertos, todos ellos en México, aunque las cifras podrían estar aumentando. Si se sigue esta tónica, el riesgo de una pandemia grave sería relativamente bajo.
La reacción de las autoridades, aunque parezca exagerada, es la correcta. No podemos esperar a ver qué pasa: hay que actuar. Por suerte, el miedo a la gripe aviar nos ha preparado para este brote. Los médicos y los políticos están alerta y son conscientes del peligro potencial. En internet hay información muy completa y recomendaciones para no infectarse. Se han establecido protocolos de detección y aislamiento precoz. Los gobiernos y la OMS han acumulado reservas de antivirales. Estamos a punto para el examen.
Si algo hemos aprendido estos días es que vamos todos en el mismo barco. Un problema hoy en México es una crisis mañana en Nueva Zelanda. No hay excusas que valgan: es responsabilidad de los gobiernos de todos los países informar rápidamente de los casos inusuales de enfermedades infecciosas y actuar en consecuencia. Se temía que en Asia escondían hace unos años el verdadero alcance de la gripe aviar, de la misma manera que algunos sospechan que el gobierno mexicano no ha comunicado el número real de afectados. Esperemos que no sea así y que todo el mundo entienda lo que está en juego. Mucho más que grandes pérdidas económicas por el miedo a viajar a un país: nos jugamos la supervivencia.
El Mundo, 29/4/09
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