Hemos leído en la prensa estos días que ya podemos escoger los rasgos físicos de nuestros hijos. El detonante ha sido que un centro de reproducción asistida de los Estados Unidos planea ofrecer estas fabulosas opciones a sus clientes. Pero ¿es realmente posible? ¿Hemos entrado ya en la era de los bebés a la carta? Primero hay que dejar claro que no se trata de manipular los genes de un embrión humano. Esto no es ni legal ni técnicamente realizable, por lo menos de momento. Lo que se propone es llevar a nuevos extremos una técnica que se viene practicando desde hace un tiempo: la selección de embriones antes de la implantación.
La idea es tan simple como éticamente polémica. Se cogen células de un embrión obtenido por fertilización in vitro y se estudia su ADN, normalmente para buscar rastros de una enfermedad hereditaria que sufren los padres. Si se encuentran los defectos en el ADN que sabemos que están asociados a estos trastornos, se descarta el embrión. En caso contrario, se implanta en el útero de la madre. Así nos aseguramos que el bebé que nacerá estará libre de la enfermedad en cuestión. Un ejemplo reciente de la aplicación de este sistema en un hospital de Sevilla se hizo público hace unos días. Había además en este caso la particularidad de que las células madre del cordón umbilical del bebé sano se trasplantaron a su hermano enfermo de siete años, la primera vez que se llevaba a cabo en España un procedimiento similar.
Así pues, la selección de embriones en función de sus genes para evitar una enfermedad e incluso para curar a un pariente cercano es factible. La principal diferencia con la oferta de la compañía americana es que estos proponen buscar en el ADN información sobre cualidades médicamente tan triviales como el color de los ojos o del pelo. Esto plantea algunos problemas. Para empezar, en Europa no está permitido. Evitar defectos genéticos es una cosa, pero fomentar que la gente escoja tener niños rubios y con ojos azules aún nos recuerda demasiado a las teorías eugénicas de los Nazis. Pensemos además que los hijos sacan sus genes de sus padres. Si en una familia son todos mediterráneos de cabello oscuro, es muy improbable que consigan embriones con los genes necesarios para que sus retoños parezcan nacidos en Suecia. Pero el obstáculo principal sigue siendo que, en la mayoría de casos, aún no sabemos con toda certeza qué variantes de qué genes determinan estos rasgos físicos tan deseados. Es decir, por mucho que leamos el ADN del embrión, sólo podremos aventurar hasta cierto punto cuál será el aspecto del bebé, algo que la misma compañía admite. Hoy por hoy, el sistema no ofrece ninguna garantía.
Eso sí: hay que reconocer que cada día estamos más cerca de solucionar este último ostáculo. Sin ir más lejos, la semana pasada se anunció que se puede deducir el color de ojos de una persona leyendo las secuencias de ocho genes de su ADN. El principal uso que le encontraban los científicos a esta nueva técnica era predecir el color de ojos de un sospechoso con solo recoger muestras en la escena del crimen. Naturalmente, esto serviría también para saber de qué color tendrían los ojos nuestros hijos. Poder desechar un embrión porqué no ha heredado los ojos verdes de su padre es prácticamente una realidad. Lo que hay que preguntarse es si realmente tiene algún sentido hacerlo.
En relación con este tema, la semana pasada se publicaba un estudio en el que un grupo de científicos de Holanda había conseguido "adivinar" el color de ojos de una persona sólo con leer las secuencias de ocho genes en muestras de ADN. El principal uso que le encotraban a la técnica era poder predecir el color de ojos de un sospechoso con solo recoger muestras de ADN en la escena del crimen. También parecería indicar que sí que es posible saber qué color de ojos tendrán nuestros hijos. Hay que matizar que segun los autores, esto funciona el 90% de las veces si se trata de decir si el color será azul o marrón. Si añadimos otros colores, la proporción baja al 70%. Es, de todas maneras, un resultado interesante, y una de las bases científicas de los métodos que ofrece la clínica americana. De igual manera, la compañía Atlas Sports Genetics comunicaba recientemente que ofrecía la posibilidad de predecir si nuestro hijo será un buen deportista, basándose en un artículo que encontró una relación entre una forma del gen ACTN3 y la capacidad atlética. De la teoría a la realidad, una vez más, hay un salto considerable. En los próximos años veremos como este tipo de pruebas proliferan, sobretodo debido al éxito de los estudios de asociación y secuenciación (GWAS, ver Inmortales y perfectos, página 50). No hay que dejarse llevar por unas predicciones que en muchos casos sólo se basan en moderadas asociaciones estadísticas.
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