lunes, 9 de enero de 2017

Una sociedad "low cost"

“Estamos sufriendo las consecuencias de una economía 'low cost'", me decía un amigo el otro día. "La crisis ha reducido los presupuestos y esperamos conseguir los mismos resultados que antes pero pagando mucho menos". Por desgracia, estos principios se han generalizado. Muchos profesionales no tienen más opción que aceptar el chantaje, mientras que otros intentan buscar alternativas dignas. Sea como sea, la estrategia tiene una víctima: la calidad.

En prensa este impacto es evidente. Otro amigo mío, periodista cultural con más de 20 años en el oficio, ha decidido dejar todas las colaboraciones que hacía porque con lo que le pagaban ya no se sacaba ni un sueldo de mileurista. Las horas que tenía que dedicar para entregar un trabajo con cara y ojos no compensaba los exiguos cheques que recibía a final de mes. Mientras él se dedica a otras cosas, su lugar en los medios la acabarán ocupando personas con menos experiencia o que completan el trabajo invirtiendo menos esfuerzo. Cualquier consumidor atento notará la diferencia.

Junto con la cultura, un ámbito del periodismo que está sufriendo los estragos del modelo 'low cost' es el de la ciencia, y es peligroso. Hemos visto un par de ejemplos últimamente. El primero es el caso de Nadia, la niña con tricodistrofia a la que sus padres utilizaron durante años para engañar a la gente y recaudar fondos para un tratamiento milagroso que, obviamente, no existía. Varios medios contribuyeron inocentemente al engaño sin pararse a pensar que la mayor parte de lo que decían no tenía ningún sentido desde un punto de vista médico.

Cualquiera con conocimientos científicos medios lo hubiera detectado. Lo más triste es que el último diario que cometió el error de amplificar la estafa y que precipitó el descubrimiento de las patrañas, hace pocos años tenía una de las mejores secciones de ciencia de la prensa ibérica. Parece que los recortes le han dejado sin nadie que pueda evitar desastres de este tipo. No es solo un problema de honor: ahora pagarán justos por pecadores porque nos lo pensaremos dos veces antes de dar dinero para ayudar a una persona enferma. Solo hace falta un poco de tiempo y cierta experiencia previa, las dos cosas de las que hoy en día creemos que podemos prescindir.

El segundo caso quizá no es tan evidente. Hace unas semanas algunos medios anunciaban que comer grasas favorecía las metástasis. Esto se basaba en un trabajo espectacular de un grupo del Institut de Recerca Biomèdica de Barcelona, dirigido por Salvador Aznar Benitah, que presentaba una forma de reconocer las células responsables de las metástasis gracias a una proteína que tienen en la membrana, que permite a la célula captar la grasa que hay en la sangre. Lo más importante es que esto proporciona por primera vez una posible diana para diseñar fármacos contra las metástasis, las principales responsables de la muerte a causa del cáncer. El impacto que podría representar para los tratamientos del futuro sería fenomenal. Pero, en lugar de ello, la mayoría de titulares destacaban un posible efecto de la dieta en el pronóstico de los cánceres, que no era lo que decía el artículo original.

El estudio usaba unos ratones transgénicos con tumores orales sometidos a unas dietas y unas condiciones que no son directamente extrapolables a los humanos, por lo tanto, aún es prematuro hablar de los efectos que comer menos grasas tendría en los enfermos. El artículo lo deja claro, pero las noticias se saltaban estas precauciones. Lo más probable es que no tardemos en ver recomendaciones que exhortarán a los que sufren un cáncer a desterrar las grasas, cuando aún no tenemos datos suficientes para concluirlo, y quién sabe si podría ser contraproducente.

Es cierto que los jefes de prensa de las instituciones de investigación embellecen los resultados para hacerlos más atractivos para los medios, pero nadie debería publicar una nota sin invertir unos minutos en ir a la revista que contiene el trabajo que se quiere dar a conocer y comprobar sus conclusiones. Solo hace falta un poco de tiempo y cierta experiencia previa en el campo, pero estas son precisamente las dos cosas de las que hoy en día creemos que podemos prescindir. Al final, la información que difundimos sale distorsionada.

Los anglosajones resumen esta situación con la frase 'you get what you pay for': si pagas una miseria, obtendrás una miseria. De cara al nuevo año deberíamos proponer romper este bucle para dejar de ser una sociedad 'low cost'. Si no, el futuro que nos espera será bastante pobre.

Publicado en El Periódico, 31-12-16. Versió en català